La energía que tienes no desaparece porque sí.
Se te va. A veces sin darte cuenta.
Y si no sabes en qué se te va la energía, vas a estar siempre cansado aunque duermas 8 horas o te tomes 3 cafés.
Vamos al grano.
Sí, todo lo que haces consume energía.
Hasta lo que parece “pequeño”.
Pensar en muchas cosas a la vez.
Hablar con gente.
Tomar decisiones.
Mantener la postura.
Procesar emociones.
Leer, estudiar, entrenar, crear contenido… todo.
No hay acción sin gasto.
Esta es la obvia, pero muchos no la gestionan bien.
Haces ejercicio, te mueves, trabajas de pie, corres de un lado a otro, no descansas… y luego te preguntas por qué llegas fundido a la tarde.
Y ojo: no digo que no entrenes.
Digo que todo esfuerzo físico tiene un coste, y si no recuperas bien, al día siguiente estás peor.
Tip práctico:
Entrena, pero duerme.
Muévete, pero come.
Sé activo, pero escucha a tu cuerpo.
Esta es la que más gente subestima.
Pensar consume energía. Mucha.
Estudiar para un examen.
Estar resolviendo problemas.
Tener que concentrarte durante horas.
Incluso leer este artículo. Todo eso te gasta.
¿Te ha pasado eso de estar todo el día sentado y acabar agotado?
No es el cuerpo. Es el cerebro el que se fundió.
Según un estudio de la Universidad de Cambridge, la fatiga mental genera casi los mismos efectos que el esfuerzo físico intenso.
Este es el agujero más invisible.
Y a veces el que más energía se lleva.
Discutir con alguien.
Aguantar a personas tóxicas.
Guardarte emociones.
Tener ansiedad o estrés constante.
Fingir que todo está bien cuando no lo está.
Todo eso cansa.
No es drama, es biología: las emociones también gastan energía.
Y si no lo controlas, por fuera puedes estar tranquilo… pero por dentro estás drenado.
Esto lo mencioné antes, pero aquí va más claro:
Tomar decisiones agota.
Cuantas más cosas tengas que decidir en el día, menos energía mental te queda.
Por eso algunos cracks como Elon Musk o Steve Jobs vestían siempre igual: una decisión menos que tomar.
Solución práctica: automatiza lo que puedas.
Menú semanal cerrado.
Rutinas simples.
Tareas ya organizadas.
Menos decisiones = más energía para lo importante.
Esto es brutal.
Tener mil pestañas abiertas, cambiar de app cada 30 segundos, interrumpir lo que haces para mirar TikTok, contestar un mensaje, volver a lo que hacías… repite eso 50 veces y dime cómo acabas.
Cada cambio de foco te cuesta.
Y no solo energía. También tiempo, atención, y rendimiento.
Según un estudio de la Universidad de California, cada vez que te distraes, tardas unos 23 minutos en volver al mismo nivel de concentración.
Sí, 23 minutos.
¿Ahora entiendes por qué estás agotado sin hacer "nada"?
Hay cosas que te roban energía en silencio:
Dormir mal aunque hayas estado 8 horas en la cama.
Comer mal, aunque te llenes.
Estar rodeado de gente que no te aporta.
Vivir en piloto automático.
No tener una razón para hacer lo que haces.
Todo eso no se nota de golpe.
Pero se acumula.
Y un día te levantas y piensas: “¿Por qué estoy tan vacío?”
Por eso es clave aprender a detectar los drenajes invisibles.
No eres infinito.
No puedes con todo.
Y no pasa nada. Lo importante es que sepas en qué se te va la energía, para poder ajustarlo.
¿Estás cansado porque hiciste mucho… o porque hiciste mal uso de tu energía?
¿Estás agotado porque no paras… o porque no recargas?
Empieza a preguntarte eso cada día.
Cuida tu energía como cuidas tu dinero:
evita gastarla en tonterías, y úsala en lo que realmente importa.